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El virus que provoca la COVID-19 se caracteriza por su gran capacidad de contagio y las patologías que provoca en quien sufre la desgracia de padecerlo. La pandemia sanitaria derivada de su expansión a la largo de todo el mundo ha provocado que los diferentes gobiernos de cada país adopten medidas diferentes para paliar la tasa de contagio.
En el caso del Estado español, la estrategia adoptada fue la de declarar un estado de alarma que supuso un alto en la economía nacional, durante un periodo que se alargó durante un periodo de tres meses.
A raíz de estas medidas, son muchas las empresas que han visto gravemente afectada su actividad, reduciéndose drásticamente, e irradiando esta paralización a empresas que pese a que pudieron seguir prestando servicios gracias a las nuevas tecnologías, veían como la economía en general entraba en modo hibernación, y por ende se contagiaban de esta fase de letargo.
El resultado de este súbito alto se ha notado también en las arcas públicas, que han visto reducir en cifras notables sus ingresos por recaudación.
La publicación del último informe mensual de recaudación tributaria, de julio de 2020, recoge la magnitud de este descenso. Es pues muy relevante observar la variación trimestral en la recaudación de cada uno de los grandes impuestos.
Cabe destacar la reflexión que hace el informe en relación al Impuesto sobre los Hidrocarburos:
“Los ingresos en el Impuesto sobre Hidrocarburos descendieron un 19,7% (-19,2% en el año). La tasa, aun siendo muy negativa, está en línea con la paulatina recuperación de la actividad y del consumo (en mayo y junio, meses con confinamiento total o parcial, las caídas fueron del 62,8% y 43,7%, respectivamente). En los principales productos, las caídas son menores en el gasóleo (más ligado a la actividad) que en las gasolinas (más ligadas al consumo)”.
