El mercado de carburantes: ¿Dilema del prisionero o colusión empresarial?

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En España, el mercado mayorista está formado por un número limitado de empresas que ejercen una influencia decisiva sobre la magnitud de la oferta total, al punto que las empresas de menor dimensión no pueden obtener un aumento de sus ventas, a no ser que rebajen considerablemente los precios. Tres compañías se reparten aproximadamente el 75 % de la cuota del mercado mayorista. Se trata de operadores que disponen de capacidad de refino, aunque en ocasiones adquieren en el mercado internacional.




En 2015, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), impuso a tres operadores del mercado de los hidrocarburos una multa conjunta de 32 millones de euros, tras acreditar, por ese organismo, varias infracciones a la Ley de Defensa de la Competencia y al artículo 101 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE). Ahora, algunas asociaciones de transportistas y gasolineras han reclamado compensaciones por los daños sufridos, argumentando que la fijación de precios les afectó negativamente.

A pesar de la millonaria sanción, existen dudas razonables sobre si realmente se trató de un acuerdo entre compañías. Las prácticas anticompetitivas detectadas, según señalaba el organismo, solo afectaban a determinadas estaciones de servicio y a territorios muy locales, lo que dista mucho de ser un pacto colusorio coordinado entre grandes compañías. En realidad, los operadores no fijan precios de manera concertada, sino que actúan racionalmente.

En su informe anual de 2020, la CNMC ya informaba que los precios de los carburantes responden a un nivel de competencia mejorable y a factores estructurales propios de nuestro mercado. En España, el mercado mayorista está formado por un número limitado de empresas que ejercen una influencia decisiva sobre la magnitud de la oferta total, al punto que las empresas de menor dimensión no pueden obtener un aumento de sus ventas, a no ser que rebajen considerablemente los precios. Tres compañías se reparten aproximadamente el 75 % de la cuota del mercado mayorista. Se trata de operadores que disponen de capacidad de refino, aunque en ocasiones adquieren en el mercado internacional. El resto, el 25 %, recae en otros de menor tamaño que ninguno de ellos ostenta una cuota superior al 9 %. Las tres compañías podrían competir bajando sus precios para incrementar sus ventas; pero no lo hacen, porque actúan racionalmente. Por lo tanto, no debe confundirse la ausencia de competencia con las decisiones racionales.

La «teoría de los juegos» se formalizó por primera vez a partir de los trabajos de John von Neumann, el eminente matemático  que intervino en la creación de la bomba atómica. Mas tarde, en 1994, a John Nash -el de la película- se le otorgó el premio Nobel de economía. La teoría estudia cómo los individuos toman decisiones estratégicas en situaciones donde el resultado depende de las acciones de otros. Si una de esas tres empresas dominantes decide bajar precios para incrementar sus ventas, ¿cómo actuaran las otras dos?

El dilema del prisionero

El dilema del prisionero es uno de los conceptos más conocidos de la teoría de los juegos: Dos sospechosos son arrestados y aislados, la policía les ofrece un trato: Si uno confiesa y el otro no, el que confiesa queda libre y el otro recibe 10 años de cárcel. Si ambos confiesan, reciben 5 años cada uno. Si ninguno confiesa, solo reciben 1 año cada uno. Cada prisionero teme que el otro confiese, así que ambos confiesan, obteniendo un peor resultado (5 años cada uno), cuando lo mejor habría sido cooperar y quedarse en silencio (1 año cada uno).

El dilema muestra cómo dos individuos pueden tomar decisiones que no son óptimas para ellos si actúan en su propio interés, en lugar de cooperar: dos individuos pueden tomar decisiones que parecen racionales para sí mismos, pero que, en conjunto, conducen a un resultado peor para ambos. Si trasladamos la idea al ámbito económico, la teoría del dilema del prisionero explica cómo las decisiones individuales en un mercado pueden llevar a resultados perjudiciales para todos los participantes. Las empresas petroleras compiten entre sí en precios y estrategias comerciales. Sin embargo, si todas bajan los precios agresivamente, pueden entrar en una guerra de precios que perjudique sus beneficios. Si ninguna lo hace, los precios se mantienen altos, lo que beneficia a todas. Pero como cada empresa teme que sus competidores sí reduzcan precios, suelen actuar con cautela, generando un equilibrio en el mercado que recuerda el dilema del prisionero. Por  el concepto de «equilibrio de Nash»,  en el que conforma que ningún jugador  puede beneficiarse  al cambiar su estrategia  siempre que los demás jugadores mantenga su estrategia sin cambios, Nash obtuvo el premio Nobel.

Efectivamente, en el sector de los carburantes, las empresas enfrentan la disyuntiva de bajar precios para atraer clientes o mantener estabilidad en el mercado. Si todas reducen precios, la competencia se intensifica hasta el punto de una guerra de precios que erosiona beneficios y afecta la industria. Sin embargo, si cada empresa actúa racionalmente, sin coordinarse, los márgenes pueden mantenerse. Aunque en los mercados con pocos actores dominantes, la tentación de considerar a  las estrategias individuales como prácticas colusorias anticompetitivas, es ciertamente muy elevada. Y tal como es el mercado en España, los operadores pueden optar por seguir los precios del líder y garantizar estabilidad, pero si uno decide romper el equilibrio y bajar precios, los demás podrían verse obligados a seguir la tendencia, llevando a una situación insostenible.

 

 

Eduardo Espejo Iglesias

FIDE Tax & Legal